Mapa no.1 Mapa de México, la Península de Yucatán y Campeche
Campeche guarda un tesoro antiguo invaluable en sus 56,850 kilómetros cuadrados, de costas bañadas por el Golfo de México, y selvas colindantes con Tabasco, Guatemala, Belice, Quintana Roo y Yucatán, por los cuatro vientos (Mapa no. 1). Alberga un número aproximado de 300 asentamientos mayas de diferentes dimensiones, estilos arquitectónicos y tiempos –testigos de una larga historia rica en acciones, personajes y mitos (Mapa no.2) .
Mapa no.2 Atlas Arqueológico de Campeche. Piña Chan, Román 1995, pp.22
Comenzaron a ser develados al mundo desde que en 1843, un señor de nombre B. Norman publicó un libro de viaje en el que menciona "una pequeña península llamada Jaina" en la que "está situado un gran túmulo alrededor del cual se han encontrado un número de pequeñas figuras de tierra.." (1) (figura no.1). Años más tarde, en 1847, el viajero norteamericano John L. Stephens dio a conocer Santa Rosa Xtampak, Dzibilnocac y Macobá; su libro Incidents of a travel in Yucatán fue el vehículo.
"En la plaza misma existían monumentos de otros tiempos antiguos y mejores;....En un extremo existía un montículo de ruinas que había sostenido un antiguo edificio; y en el centro había un pozo, también antiguo, inalterable desde el tiempo de sus construcciones.."(2).
"Después del medio día pasamos por enfrente del camposanto de Macobá, y al rato, después de subir una colina, vimos a través de los árboles las paredes viejas de los antiguos habitantes"(3)
Figura No.1 Figurilla de Jaina, Campeche.
Detrás de ellos llegaron otros viajeros y estudiosos de las antigüedades inspirados por aquellas narraciones. En 1886, Desiré Charnay dio fama mundial a aquellas "pequeñas figuras de tierra" de Jaina. Admirado por algunos ejemplares que le fueron ofrecidos en el puerto de Campeche, emprendió una expedición a la isla en donde realizó excavaciones que descubrieron al arte universal la estética maya(4). En 1895 Teobert Maler dio a conocer las Torres de Nocuchich y las fachadas serpentinas de Hochob, y con ello los dioses y los mitos dibujados en las piedras aparecieron espectaculares en las revistas europeas. Realizó planos de los edificios y fotografió cuanto sitio pudo visitar (5).
En el presente siglo la búsqueda continuó con un interés aún mayor. Esta vez fue el explorador francés Maurice de Perigny quien dio a conocer Río Bec en París. En 1908 a través del órgano de difusión de la Societé des Americanistes (6), y en 1909, en las páginas de La Nature apareció su Ruines de Beque (7).
Podemos considerar que el estudio sistemático de estas ciudades antiguas de Campeche comenzó desde 1913, cuando Raymond Merwin presentó la tesis doctoral que se proponía ubicar las ruinas del sur peninsular en el amplio contexto de la historia maya antigua en su conjunto (8) En los años 30 del siglo XX, la Institución Carnegie de Washington dio un gran impulso a la investigación arqueológica al patrocinar varias expediciones que comenzaron a develar aquel tesoro antiguo, que en parte también fue descubierto por hombres intrépidos que penetraban las entrañas verdes de Campeche en busca de maderas preciosas y chicle. La expedición botánica de Cyrus Llundel, aunque tenía otros objetivos, dio a conocer a Calakmul y sus decenas petrificadas en estelas, que esperaron más de 1,500 años para ser leídas de nuevo (9).
Por aquellos años, el estado mexicano también puso especial énfasis en la conservación de ese patrimonio histórico del que emanaba su ideología. Se reorientó la legislación ya existente desde hacía casi 100 años; se reestructuraron las instituciones, y se crearon los canales que dieron curso a aquella labor titánica. Se destinaron mayores recursos, y se han venido incrementando desde entonces, pero la tarea es interminable.
El primer paso, necesario y difícil, fue la realización de un inventario arqueológico nacional cuya conformación tomó décadas. Las vías de comunicación jugaron un papel muy importante. Muchos asentamientos antiguos permanecieron escondidos en los verdores, hasta que los caminos del siglo XX los alcanzaron; por años solamente fueron visitados por arqueólogos amantes de su oficio, emulando a los viajeros del siglo XIX. La apertura de la vía del Ferrocarril del Sureste en los años cincuenta, por ejemplo, facilitó la entrada a la zona de los ríos de Campeche y Tabasco. Y la carretera federal Escárcega-Chetumal, en los años setenta, propició la conservación y estudio de un buen número de asentamientos antiguos reportados desde la centuria pasada.
Los estudiosos campechanos también participaron apasionadamente en el develamiento de aquella riqueza. Edzná fue dado a conocer por Nazario Quintana Bello en 1927. A partir de aquel entonces comenzó la larga lista de investigadores nacionales y extranjeros que han trabajado en el sitio, empezando con la valiosa contribución de José Reygadas, Juan Enrique Palacios y Federico Mariscal, quienes proporcionaron los primeros dato, dibujos y planos en su Estudio Arquitectónico de las Ruinas Mayas de 1928 (10). Este fue el punto de partida para orientar los estudios posteriores. Acopiar los datos para entender aquel mosaico arqueológico que iba mostrando paulatinamente su verdadera dimensión.
En las décadas posteriores se llevarían a cabo recorridos por prácticamente todos los rincones del territorio campechano, con una perspectiva analítica que permitiera visualizar aquel pasado en tiempo y espacio. Por la costa, por el petén campechano, el Camino Real, la zona de los ríos, por La Montaña y los Chenes, fueron rastreados los vestigios de los tiempos prehispánicos (11), y a la par, se dio inició a los trabajos de consolidación y restauración de los asentamientos mejor comunicados. Edzná fue de las primera ciudades intervenidas por los especialistas. Alberto Ruz Lhuiller y Raúl Pavón Abreu comenzaron "a abrir brecha".
En efecto, el espacio territorial que hoy ocupa el estado de Campeche era muy rico arqueológicamente. La variedad plástica de sus viejas ciudades denotaba una historia compleja. Unas mostraban un estilo arquitectónico puro, pero otras fueron una muestra combinada de ellos. Para entender esta variedad y definir su distribución espacial y temporal, los académicos utilizaron los conceptos estéticos y arquitectónicos como herramientas analíticas, y así establecieron la existencia de cuatro estilos predominantes en Campeche (Mapa no. 3).
Mapa No.3 Zonas Arqueológicas de Campeche
El llamado Petén o Clásico con sus enormes plataformas artificiales sosteniendo complejos conjuntos de edificios; basamentos piramidales con esquinas redondeadas, rematados en la cima por un cuarto de gruesas paredes e inscripciones jeroglíficas en sus jambas y dinteles, y cresterías en sus techos; distribuidos alrededor de amplias plazas con estelas ubicadas estratégicamente. Fue característico de las ciudades que florecieron en las selvas guatemaltecas entre los años 300 y 900 d.n.e.
El estilo Río Bec (Cedro (cedrela odorata) en lengua maya) que se identifica por las torres sólidas de mampostería que decoran los palacios de una sola planta, cuya entrada principal es enmarcada por mascarones serpentinos; nos recuerda los templos piramidales del Petén, pero a diferencia de éstos, los cuartos de la cima son simulados –de carácter ornamental (Figura 3).
Figura No.3 Alzado sur de la Estructura I del Grupo B de Río Bec.
Muestra paneles en cruz de la celosía y en la parte inferior del edificio.
Andrews, 1996, Arqueología Mexicana, vol III, no.18, p.18
El estilo Chenes ( plural hispanizado de chen, pozo en lengua maya) , predominante en la región campechana del mismo nombre, que se caracteriza por edificios bajos cuya entrada principal tiene toda la fachada decorada con mascarones serpentinos, y las esquinas con medios mascarones superpuestos además de motivos ornamentales como grecas y cresterías al frente de los edificios (Figura no. 5). Según los especialistas, un rasgo que lo distingue son las estructuras llamadas palacio-pirámide que constan de una sola planta con una o mas estructuras piramidales sobrepuestas (Figura 6 y 7).
Figura No.5 Palacio de las Tres Leyendas, Santa Rosa Xtampak, elevación este.
Muestra templos en los extremos que le dan apariencia de palacio-pirámide estilo Chenes.
Andrews, 1996, Arqueología Mexicana, vol.III, no.18, p.22
Figura No.6 Estructura de Hochob. Pirámide-templo; muestra
las piedras que posiblemente sostuvieron esculturas en
estuco. Zona arqueológica de Hochob, Campeche
Andrews, 1996, Arqueología Mexicana, vol.III, no.18, p.24
Figura No.7 Vista este de la pirámide-templo construida
sobre tres niveles. Estructura A-1 de Dzidilnocac.
Zona arqueológica de Dzibilnocac, Campeche
Andrews, 1996, Arqueología Mexicana, vol.III, no.18, p.23
Y el estilo Puuc (serranía en lengua maya) que se distingue por el cuidadoso labrado de mosaico de piedra que cubre las fachadas, delgado y cortado a escuadra con gran precisión. Al igual que en los estilos Río Bec y Chenes, los motivos serpentinos abundan pero no decoran toda la fachada sino solamente los frisos, también aparecen escalonados en los perfiles de los edificios. Se observa la presencia de una decoración geométrica, grecas escalonadas, unidades en forma de x, tamborcillos, columnillas, columnas con capiteles y escultura empotradas en el decorado (Figura 8). (Mapa no. 4)
Mapa No.4 Distribución del Estilo Puuc. Barrera Rubio, 1995,
Arqueología Mexicana, pp.22
Figura No.8 El Cuadrángulo de las Monjas, Uxmal.
Arqueología Mexicana
La presencia o ausencia de esto estilos en el escenario arqueológico reveló los cambios y reacomodos de una sociedad ebullente. Desde mediados de la década de los setentas, con un cúmulo de información de más de medio siglo, y las aportaciones conjuntas de arqueólogos, etnohistoria dores, lingüistas, epigrafistas, historiadores del Arte, etnógrafos, geógrafos y biólogos, la visión del pasado prehispánico de Campeche se definió como un calidoscopio de historia antigua reordenándose con el paso del tiempo.
Desde la tercera centuria a.n.e. (12), los mayas que poblaron el territorio campechano constituían ya una sociedad estratificada con base en un esquema de parentesco. La autoridad descansaba en clanes familiares de origen divino. Llevaban a cabo ritos funerarios, de fertilidad y adivinaciones; habían deificado a los fenómenos celestes y a animales como la serpiente, el quetzal y el jaguar, además de poseer un gran conocimiento del uso y manejo de los recursos naturales.
Los vestigios más antiguos indican que desde 600 a.n.e. Edzná, Becan, Xpuhil, Chicanná, Santa Rosa Xtampak y Dzibilnocac ya eran aldeas establecidas con un patrón de poblamiento disperso; utilizaban recursos naturales como fibras vegetales, arcillas, maderas, pieles, plumas y huesos de animales de tierra, aire y mar, conchas, caracoles, sal, colorantes naturales y plantas, para la fabricación de cestería, cerámica, ornamentos, medicamentos, tintes, vestimenta, agujas, herramientas, andamiajes, etc. Ya conocían muy bien las propiedades de los suelos, la topografía y los recursos acuíferos como aguadas, corrientes, ríos, y régimen de lluvias.
Desde aquel tiempo hasta 50 años a.n.e. tuvo lugar una expansión y un poblamiento permanentes. Las aldeas proliferaron por todo el territorio, Xicalango, Tixchel, Jaina, Kankí, Xcalumkin, Dzibilnocac, Hochob. La presencia de cerámica y pequeñas plataformas con estructuras de piedra techadas de palma así lo corroboran. En todo este tiempo la población fue creciendo y a la par surgieron más aldeas, y las ya establecidas, crecieron adornando sus espacios con estructuras de piedra que comenzaron a recubrir y pintar. La producción de cerámica se diversificó en técnica y diseño. Bicromía, policromía, decoración en negativo; platos trípodes, vasijas tetrápodes, jarras silbadoras, innovación en vertederas, soportes y asas zoomorfas y mamiformes con efigies.
Durante aquellos tiempos, un grupo de mayas se asentó en el valle de Edzná buscando tierras fértiles, agua y ubicación estratégica en un mundo que cambiaba. La alta precipitación de la zona, más sus ricos suelos y su topografía los atrajo para aprovechar la gran cantidad de agua, drenar los bajos pantanosos que predominan en el noroeste y suroeste del valle, y canalizarla hacia las zonas menos irrigadas. Primero se establecieron de manera dispersa en un espacio al norte de lo que sería el centro ceremonial, pero hacia 300 a.n.e aproximadamente, comenzaron a construir algunos depósitos aprovechando las depresiones del suelo como receptáculos del agua de la lluvia. Hicieron una red de grandes colectores y canales, destinando las partes más elevadas del terreno para la construcción y posterior expansión del centro ceremonial, que adquirió su rostro de ciudad alrededor del 200 a.n.e. En esta época comenzó a edificarse la vasta plataforma de relleno de piedra que serviría de basamento a la Gran Acrópolis, al Edificio de los Cinco Pisos, la Casa del Cuarto creciente de la Luna y el Templo Noroeste (Figura 9). Daba inicio la construcción de un asentamiento planificado matemática y astronómicamente, para marcar el ciclo eterno de los dioses que habitaban el espacio celestial.
Figura No.9 La Gran Acrópolis de Edzná, Campeche.
Arqueología Mexicana
Con una selva menos densa que la del Petén campechano, con vegetación rica, maderas y frutas, aguadas y mucha lluvia, con terrenos de bajos anegadizos y a la par colinas sinuosas, las tierras en donde se establecieron Xpuhil, Chicanná, Río Bec, Hormiguero y otros más, también fueron ocupados buscando las bondades y potencialidades naturales. Toda la zona se cubrió de asentamientos que posteriormente conformarían la región estilística conocida como Río Bec. Sus habitantes la convirtieron, según algunos estudiosos mayistas, en un vergel que los proveía de una gran variedad de cultígenos. Desecaron los bajos y aprovecharon su humedad construyendo campos elevados (Figura 10) y terrazas que a la par detenían la erosión de los terrenos en declive y ampliaban el espacio cultivable. Construyeron chultunes (aljibes subterráneos en lengua maya), recubrieron el fondo de las aguadas y depresiones naturales, y abrieron pozos profundos en el centro de éstas para maximizar el aprovisionamiento de agua en tiempos de seca. Explotaron las selvas mediante el uso racional e integrado de fauna, flora, suelos y vegetación, combinando la agricultura intensiva con la explotación de los recursos vegetales y animales.
Figura No.10 Esquema de campos elevados. Siemens, 1989, p.259
Figura No.11 Reconstrucción de la zona arqueológica de Becán
Webster, 1996, p.33, Arqueología Mexicana vol.III, no.18
De 200 a.n.e. a 200 d.n.e., la ocupación de las mejores tierras y el incremento demográfico fueron un fenómeno generalizado en las tierras mayas. La competencia territorial fue alcanzando niveles de conflicto. Comenzaron los tiempos para definir y defender los territorios. La presión expansiva provenía de los cuatro puntos cardinales.
Hacia 250 d.n.e., en el Petén guatemalteco, Tikal se convertía en una metrópoli embellecida exquisitamente por arquitectos, pintores y escultores. Concentraba los poderes y ejercía su influencia por territorios cada vez mayores. Y en el Petén campechano, también emergía Calakmul como uno de los centros más poderosos de aquella época. Por esos tiempos se definió la distribución espacial de la gran capital. La arquitectura pública monumental floreció; se planificó previamente buscando el máximo aprovechamiento del terreno y las estructuras existentes, engalanándola con decenas de inscripciones en sus plazas y paredes. Iba en vías de convertirse en el reino Cabeza de Serpiente (14) (Figura 12).
Figura No.12 Calakmul, Campeche.
Arqueología Mexicana
Sin embargo, el equilibrio sociopolítico en las tierras mayas era frágil. Tiempos para afianzar poderes y definir posiciones. Calakmul era la gran rival de Tikal. Aquélla extendía su dominio hasta El Naranjo y Cancuen (en la actual frontera Guatemala-Belice). En los años 546, 652 y 677 d.n.e., el Señor de Calakmul impuso a los gobernantes de estos dos lugares. En 599 y en 611, atacó a Palenque, y en 657 a Tikal, a la que se volvió a enfrentar en 695, pero en esta ocasión, el entonces gobernante Pata de jaguar, fue derrotado (16) (Mapa no.5).
Mapa No.5 Distribución del glifo-emblema en el área maya durante el clásico
tardío (600-900 d.c.). Martin, 1996, Arqueología Mexicana, vol. III, no. 18, p.44
La reafirmación del origen divino de la élite en aquellos tiempos difíciles, se sostenía en un sofisticado cuerpo de creencias religiosas, reforzado por los conocimientos astronómicos y matemáticos. El cómputo del tiempo y la observación de los cuerpos celestes vinculaban a los señores terrenos con sus pares divinos que poblaban el escenario cósmico. Con un complejo sistema de escritura jeroglífica inscribieron para la posteridad en estelas y paredes, las guerras, los matrimonios, alianzas y los actos rituales de la élite. Sus conocimientos matemáticos y su concepción filosófica del tiempo se fundieron en la arquitectura. Los mejores artistas y sacerdotes diseñaron edificios que marcaban los ciclos eternos de lo cuerpos celestes deificados, el sol, la luna, Venus.
Habiendo desarrollado la técnica de hacer y emplear mortero y recubrimientos de cal de manera sorprendente, adquirieron una plasticidad asombrosa que se refleja en los estilos arquitectónicos y escultóricos, impactando la arquitectura en estructura, diseño y adorno. Cada poder imponía sus estilos, ideas y símbolos en las ciudades bajo su dominio. En Balamkú, por ejemplo, se prefirió utilizar una capa tersa e impermeable de estuco para eternizar a los Señores. En la Casa de los Cuatro Reyes (Figura 13), fue elegido el friso para plasmarlos magistralmente en una superficie estucada de 16.80 metros de longitud y 1.75 metros de altura , en el que aparecen en cuatro escenas, unos señores que emergen de las fauces abiertas en 180 grados, de un saurio sentado sobre un mascarón del mítico monstruo de la tierra. Acompañan a estos señores, tres jaguares, anfibios y saurios. Un hermoso complejo escultórico que simboliza la repetida ascensión al trono de un poder que como el sol renace del inframundo para seguir imperando (17).
Figura No.13 Detalle del Friso de Estuco de la Casa de los Cuatro Reyes, Balamkú.
Baudez, 1996, Arqueología Mexicana vol.III, no.18, p.39
Figura No.14-1 Mascarones de Edzná. Benevides, 1996,
Arqueología Mexicana, vol.III, no.18, p.30
Figura No.14-2 Mascarones de Edzná. Benevides, 1996,
Arqueología Mexicana, vol.III, no.18, p.31
Mientras los reinos de Calakmul, Tikal, Yaxchilán y Palenque se disputaban la hegemonía en las selvas peteneras, otros se mantenían a la zaga pero no por ello ajenos. Establecían alianzas a conveniencia manteniendo su autonomía e independencia de ideas. Estos reinos alcanzaron una cohesión social que también se reflejó en su arquitectura. Es el caso de las zonas estilísticas Río Bec, Chenes y Puuc, en las que no se encuentra influencia ni de Calakmul ni del Petén.
Estudios más acuciosos y recientes han demostrado que estas zonas, pese a las diferencias estilísticas y temporales que tienen entre sí, conformaron un corredor comercial, ideológico y artístico. En Becan, una de las más antiguas cabeceras del área Río Bec (18), se experimentaron varios de los elementos arquitectónicos que después florecerían en toda la región, tal es el caso de los mascarones de perfil, que es esta ciudad aparecen toscamente facturados, pero que en Chicanná (Edificio II) (Figura 15) y en Hormiguero (Edificio II) (Figura 16) tienen una expresión más definida, un estilo más depurado y enriquecido. Es más, también dan paso a creaciones estilísticas como las portadas zoomorfas de los Chenes, en las que los mascarones se integran y entremezclan para acabar en un juego de formas en cascada, como en Hochob (Figura 17). Se reducen elementos, se alteran las proporciones tradicionales hasta alcanzar simplificaciones, estilizaciones, y solucionar problemas de integración plástica que alcanzarían su máxima expresión en el mascarón del Dios Chaac (dios de la lluvia en lengua maya) que caracteriza al estilo Puuc (Figuras 18 y 19).
Figura No.15 Estructura II de Chicanná, Campeche. Andrews, 1996,
Arqueología Mexicana vol.III, no.18, p.21
Figura No.16 Estructura II de Hormiguero, Campeche. Andrews, 1996,
Arqueología Mexicana vol.III, no.18, p.19
Figura No.17 Estructura II de Hormiguero, Campeche. Andrews, 1996,
Arqueología Mexicana vol.III, no.18, p.24
Figura No.18 Dibujo de Mascarones. Gendrop, 1985,
Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, no.6, noviembre, p.50
Figura No.19 Esquina del edificio Oriente de
El Cuadrángulo de las Monjas, Uxmal, Yucatán. Staines
Cicero, 1995, Arqueología Mexicana, vol.III, no.11, p.37
Las guerras entre los grandes centros se recrudecieron hasta que en 695 d.n.e., es derrotado el Señor de Calakmul, y en 744, sus aliados. Entonces su influencia en el Petén comienza a declinar, y su política a reorientarse hacia el área Río Bec, la región de Edzná y la isla de Jaina. Circunstancia que se reforzó poco después por la caída de las metrópolis clásicas. El cese de la construcción de arquitectura monumental y de la erección de monumentos con inscripciones, marca el inicio de esta debacle, reacción en cadena conocida como el Colapso del Clásico maya.
En 771 d.n.e. Altar de Sacrificios, de 790 a 810, Palenque y Piedras Negras, y hasta 830 Tikal y Belice (20). Las ciudades fueron abandonadas, y solamente permanecieron en ellas unos cuantos agricultores atestiguando como las cubría la selva. La sobreexplotación de los recursos naturales, la explosión demográfica, el bloqueo comercial, y la pujante penetración de los mayas mexicanizados y grupos procedentes del Altiplano Central, aceleraron el deterioro. Un cambio dramático que devino en un reacomodo político y territorial.
Las élites poderosas y la población emigraron, preferentemente de las selvas hacia las costas, y aunque algunas entidades clásicas siguieron estando habitadas, redujeron sus espacios y su influencia de manera drástica. Entre 830 y 1200 (21), Becan (22) permaneció habitada mientras que Hormiguero fue abandonada y Calakmul se convirtió en un santuario deshabitado. Por el contrario, Edzná fue redecorada. Se desmanteló a algunos edificios destruyendo sus elementos decorativos y escultóricos. Los anillos del Juego de Pelota fueron rotos y enterrados en las escalinatas de los nuevos santuarios (23). El cambio representó una reorientación del orden social, que se manifestó en la expansión de un estilo arquitectónico y escultórico distribuido en un nuevo orden geopolítico. La presencia del estilo arquitectónico Puuc es de dimensión regional, se encuentra en ciudades como Edzná, Xcalumkin, Kankí, Xculoc, Uxmal, Kabah, Chacmultún, Chichén Itzá, Bacalar y EkBalam, entre otras.
Hacia el año 900 de nuestra era, los grupos mexicanos asentados desde tiempos teotihuacanos, ya se había enraizado en las tierras mayas. Sus alianzas estratégicas con los mayas chontales –pobladores del sistema hidrológico que conforman los ríos Grijalva, San Pedro y San Pablo, Palizada, Chumpan y Candelaria- se había fortalecido. Miembros de ambos grupos fundieron sus intereses y destinos constituyendo una élite conocida como los Itzáes. Su poder descansaba en el control que lograron tener sobre el comercio a larga distancia, de todos aquellos productos que en su momento demandaron los Señores del Clásico para sus elaborados rituales y enterramientos. Obsidiana gris, negra y verde; pirita, jade, basalto, plumas, tintes minerales.
Por casi tres siglos, extendieron su influencia por las vías fluviales –Usumacinta-Grijalva, Candelaria-Champotón, Hondo-Belice y Gracias a Dios-Motagua, establecieron bases en las salinas peninsulares, y un corredor comercial que unía la Bahía de Chetumal con la Laguna de Términos, logrando así tener el control de todo el comercio del mundo maya. Retomaron creencias locales, teotihuacanas y de la Costa del Golfo, reelaborándolas en el mito de la serpiente emplumada –su dios tutelar-, deidad muy antigua en Mesoamérica, que partía de los destellos de Venus en las flechas de Ehécatl, el dios del viento, hasta penetrar en la tierra fecundándola.
Según los libros coloniales de los Chilam Balam (sacerdote-jaguar), en las primeras etapas de su expansión se dice que:
"8 Ahau fue cuando se descubrió la Provincia de Siyan Can Bakhalal...6 Ahau fue cuando se descubrió Chichén Itzá (433-455)...13 Ahau se ordenaron las esteras y se ocupó Chichén (495-514)...Diez veintenas de años reinaron en Chichén Itzá y fue abandonada (695-714)...y fueron a establecerse a Chakanputún. Allí tuvieron su hogar los Itzáes, hombres religiosos... En el Katún 6 Ahau fue alcanzada la tierra de Chakanputún....(Chilam Balam de Tizimín) (24)
Los Itzáes crearon enclaves comerciales en diferentes puntos de la península, pero un revés político los hizo retornar a mediados del siglo VIII a Chakanputún, lugar que algunos estudiosos identifican con Edzná (25), La Casa de los Itzáes, en donde permanecieron por 250 años.
"Trece veintenas de años reinaron en Chakanputún los hombres Itzá y vinieron en busca de sus hogares de nuevo. Trece dobleces de Katún residieron en Chakanputún. Este es el Katun cuando fueron los Itzáes bajo los árboles, bajo la maleza, bajo los bejucos sufriendo. Estos son los años corridos: 260 (692-948)" (Chilam Balam de Tizimín) (26)
Los Xiu, otro linaje entremezclado con los chontales, de fuertes influencias toltecas, en disputa por el control de la red de rutas comerciales, combatió a los Itzáes, ejerciendo presión desde la Laguna de Términos para que abandonaran Chakanputún; vagaron por cuarenta años hasta que tuvo lugar una reorganización del espacio geopolítico hacia el año 1,000 d.n.e.. Los Itzáes retornaron a Chichén Itzá, centro ceremonial que embellecieron espectacularmente, y desde el cual ejercían su poder por sobre la porción oriental de la península. Y los Xiues dominarían la porción occidental teniendo como centro de los poderes a Uxmal (Mapa no. 7) En el Katun 2 Ahau se estableció Ah Suytok Tutul Xiu en Uxmal. Desde que se estableció...en Uxmal, diez veintenas de años reinaron en compañía de los gobernadores de Chichén Itzá y Mayapan" (Chilam Balam de Tizimín) (27) Pese a sus acuerdos, la confrontación entre estos linajes fue permanente.
8 Ahau abandonó el gobernante de Chichén Itzá, de los hombres Itzá, Hunac Ceel Cauich a Chac Xib Chac de Chichén Itzá, por la traición de Hunac Ceel, gobernante de sus hogares de nuevo, por causa de la traición de Mayapan- Ichpa..el décimo tun del 8 Ahau (1,194 d.n.e.) fue el año en que se dispersaron.." (Chilam Balam de Tizimín) (28)
Mapa No.7 Territorios Xiu e Itzá. Edmonson,
The Ancient Future of the Itzá, 1982.
Los siglos posteriores atestiguarían la descomposición de las entidades sociopolíticas conformadas por Itzáes y Xiues, y la fragmentación de los poderes en 16 entidades más pequeñas, divisiones territoriales conocidas como cuchcabal (jurisdicción en maya y provincia para los españoles) (29). Las que, según las investigaciones más recientes, tenían diferencias en cuanto a su estructura de poder (30). Unas eran gobernadas por un Halach Uinic (Señor u hombre verdadero en lengua maya) que tenía el título de Ahau (el rector, el dirigente, el primero en lengua maya) y era Batab ( cabeza local) del pueblo en el que residía; y los batabes de su provincia estaban sujetos a él. Y otras que eran gobernadas por un Consejo de Batabes pertenecientes a un linaje.
En el territorio que hoy ocupa Campeche estuvieron las provincias de Ah Canul, Champutun, Kan Pech y Acalan-Tixchel (Mapas no. 9 y 10). Ah Canul estuvo densamente poblada, ocupó la planicie costera occidental desde Punta Kopté en la costa norte, hasta el río Hontun, a pocos kilómetros al norte del puerto de Campeche. El linaje que lo gobernó provenía de Mayapan. El Códice de Calkiní (31) asienta que eran nueve batabes, cinco de ellos asentados en la parte sur de la provincia –espacio que se ubica actualmente entre Maxcanú y Tenabo- que convivían armónicamente; y los otros cuatro, al parecer, se asentaron en la porción norte, que hoy corresponde al extremo occidental del estado de Yucatán. Su principal actividad económica era la extracción y comercio de sal.
Mapa No.9 Provincia de Ah Canul, Benavides, 1991, p.39
Mapa No.10 Mapa de Champutúm y Campeche, Benavides, 1991, p.39
La misma crónica de Calkiní, nos dice que el territorio de la provincia de Kan Pech (serpiente-garrapata en lengua maya) -a la que pertenecían lugares como Chiná, Hampolol, Tixmucuy, Nohakal, Oxá, Pocyaxum y Tixbulul (hoy poblado de Lerma, municipio de Campeche)- se extendía desde el río Hontun hasta el lugar conocido como Seyba cabecera; y que desde este punto, hasta el sur del actual poblado de Champotón, estaba la de Champutun. El linaje gobernante de esta última era el de los Couoh, y según el cronista español Oviedo y Valdés, su población principal era una ciudad de aproximadamente 8,000 casa de materiales perecederos, estaba rodeada por una muralla y fosos, tenían una flota pesquera de casi 2,000 canoas (32)...
"...a través de un velo de bruma se distinguió la línea luminosa de la costa y a medida que se acercaron fueron viendo el caserío: unas tres mil casas y una vegetación rica y exuberante. Así aparecía desde el mar, pero cuando se fueron acercando, fueron viendo un adoratorio de cal y canto con una torre cuadrada de cantería muy blanqueada, con gradas y, en la pared figuras de serpientes y otras alimañas. En el fondo del altar había un ídolo con dos leones grandes, salpicados de sangre y más abajo una serpiente de cuarenta pies de largo, que tragaba un fiero león.." (33)
Pero quizá la provincia más poblada que encontrarían los europeos fue la de Acalan-Tixchel. Su nombre significa Lugar de Canoas (acalli: canoa en lengua náhuatl). Habitada desde los tiempos clásicos, fue la ciudad sagrada de los putunes –Itzamkanac- hoy conocida como El Tigre. Sus gobernantes tuvieron el control del comercio riverino y de las costas del Golfo y el Caribe. Estaba asentada en las márgenes del río Candelaria y el centro de una rica provincia de 76 pueblos. Aprovecharon las tierras inundables y pantanosas propias de la región, combinando las técnicas de campos elevados con camellones, y todo un sistema de canales, que sirvieron tanto para drenar las crecientes como para desecar tierras y aprovechar su humedad (Figura 20).
Figura No.20 Campos elevados. El Tigre, márgenes del río Candelaria,
Cempeche. Siemens, 1989, p.247
Al igual que sus ancestros eran mayas mexicanizados, y si bien su dominio en el siglos XVI ya no era equiparable con el que tuvieron en el siglo XII, a la llegada de los conquistadores aún tenían en sus manos un gran poder. Controlaban todo e comercio riverino y de las costas del Golfo y el Caribe peninsulares, y tenían bastiones en puntos clave como Xicalango y Tixchel en la Laguna de Términos.
Según el único documento prehispánico que se conserva hoy para conocer el pasado de esta provincia –los Papeles de Paxbolon-Maldonado, la inestabilidad imperaba cotidiana desde el siglo XIII. Los putunes habían estado errantes por los ríos y sus desembocaduras, tratando de establecer su capital infructuosamente, eran tiempos difíciles. Tuvieron conflictos con gente de Tabasco, Champotón, Bacalar y los Cehache, grupo que habitaba el sur-centro de la península.
"Por tiempo de sesenta u ochenta años estuvieron poblados allí. Empezó a venir guerras por los que poblaban a Champotón y Xicalan y Pomeba y los de Tabasquillo, y así dejaron a Tichel (sic) despoblado y se fueron a Magtun, que llaman Acalan.."(34)
La sociedad maya que habitaba en estas tierras en aquellos momentos estaba muy fragmentada. Mal presagio. Iba a experimentar el cambio más dramático de su historia. En 1530, el español Alonso de Ávila estableció en Acalan la primera Encomienda, sistema tributario exactivo del trabajo y la producción nativas. Y en 1550 llegaron los misioneros a convertir y bautizar a los putunes. Comenzaron los tiempos aciagos, la huída a las selvas, la clandestinidad.
"Vendrá la tristeza cuando se establezcan los usurpadores del Trono. Tristeza en el cielo... Se comerán árboles, se comerán piedras; grandísima hambre será su carga, la muerte estará sentada en su Estera y en su Trono; serán degollados los Halach Uiniques.... tremenda hambre y despoblamiento y destrucción de pueblos...terminará la obediencia y el respeto porque habrá voluntad distinta y no será respetada.." (35)
Los mayas de Campeche abandonaron sus pueblos, tuvo lugar un éxodo hacia las selvas, refugio seguro para escapar de las pesadas cargas tributarias de los europeos. Los misioneros y las autoridades reales intentarían reducirlos a los nuevos asentamientos sin éxito. La vida fue centrándose en el puerto de Campeche, los galeones y los piratas, y allá en las selvas se quedaron los fugitivos, los rebeldes y las viejas ciudades, silenciosos testigos de la eternidad del tiempo.
* Aunque esta síntesis se circunscribe al espacio territorial hoy conocido como el Estado de Campeche, hay que subrayar que la geopolítica de los tiempos prehispánicos es objeto de debate entre académicos y estudiosos del tema. Las investigaciones más recientes (Cfr. Bibl.) apuntan hacia nuevas interpretaciones, que aunque no se señalan específicamente en el texto, es posible encontrarlas en la bibliografía que se adjunta. Regresar
Por Teresa Ramayo Lanz