RELATOS: EL ARMARIO
Johny, de tan solo cinco años, gritaba de terror todas las noches. Según él un monstruo habitaba en el armario de su cuarto y le hablaba por las noches en plena oscuridad incitándole a hacer cosas terribles. Su hermana mayor Samantha ya estaba cansada de oir cada noche la misma historia. Consideraba que eran temores infantiles de crios, que asociaban con la oscuridad de la noche. Ella tenía 18 años, ya adulta. Acababa de entrar a una prestigiosa universidad y desde luego no era una edad como para dejarse impresionar por conductas pueriles. Sin embargo John solo adoraba los juguetes, no le interesaba otra cosa. Con ellos se entretenía todos los dias hasta que llegaba la temida noche.
Pero Samantha tenía que cuidar de su único hermano por las noches cuando sus padres no estaban y su único remedio era consolarle recordándole que los montruos del armario no existen. El problema es que Johny seguía asegurando la existencia de ese ser horrendo que le atormentaba mientras intentaba dormir. Samantha le acompaño al armario para demostrárle que allí no había nada. Tras abrir la puerta dijo:
-¿Lo ves? no hay nada ahí adentro, solo ropa y trastos-...
-No es cierto! de ahí salen voces de un monstruo que me da miedo, me dice cosas malas y me dice que entre en el armario-. Gritó el niño casi llorando.
-Venga ya, por favor, deja de darme la tabarra con tus cuentos. Duerme en tu cuarto de una vez y basta-.
Se quejó la hermana abandonando la habitación.
Johny comenzó a llorar, no conseguía convencer a su hermana y sus padres tampoco le creían. Así que la única forma sería aguantar aquel infierno metido en su cama. Las horas pasaban y el silencio sepulcral llenaba la habitación del niño a medida que se acercaba el terrible momento. El miedo crecía en su interior y temía lo que finalmente ocurrió. De su boca salió un grito tan grande que obligó a su hermana a acudir a la habitación corriendo.
-¿Pero que pasa?, ¿te has caido de la cama?-Gritó la hermana-
-Es el monstruo, me llama para que entre al armario. ¡Me ha dicho que tengo que conseguirle más niños!
-Chilló Johny-
Ya estoy harta de no poder dormir. Ahora veras...
Su hermana Samantha, que ya no podía más, agarró a su hermano y de un empujón lo introdujo en el armario y lo cerró con llave.
-Ahí te vas a quedar un rato. Cuando vuelva espero que dejes esos tontos cuentos de fantasmas y aprendas a no molestarme más-
Le ordenó ella mientras ignoraba los golpes y gritos que producía el hermano desde dentro.
Samantha se acostó en su cama durante cinco minutos, pero al cabo de ese rato se arrepintió y volvió para pedirle disculpas a su hermano y se dirigió hacia el armario en el que ya no se oían gritos. Pero cual fue su espanto al ver unos enormes chorros de babas que salían de su cerradura y rejillas. En su pecho sintió miedo y sobre todo culpabilidad por lo que había hecho. De un golpe abrió la puerta del armario pero allí no estaba su hermano sino un oscuro túnel con sucias escaleras. De lo profundo se podían escuchar los chillidos de Johny.
Ella tenía que hacer algo. Sintió remordimiento de no haber creído a su hermano cuando tuvo la oportunidad. Su único deber era ayudarle ahora para pedirle perdón por todo. Corrió por las escaleras al instante pero tropezó y cayó rodando pendiente abajo hasta llegar al final comida de cardenales. Le dolía todo el cuerpo por los golpes y además no sabía donde estaba. Allí pudo distinguir un sucio lugar repleto de juguetes rotos por el suelo y amontonados y pequeñas hogueras que emitían un olor insoportable. Era un lugar terrorífico donde además había unas grandes estanterías repletas de juguetes diferentes pero nuevos, entre de los cuáles pudo distinguir algunos suyos y de su hermano, como si fueran trofeos robados a varios niños.
Ante su asombro apareció de la oscuridad una gran criatura de tres metros con cara horripilante , babeantes mandíbulas dentadas y larga lengua. Su cuerpo estaba formado por una rara carne y vestía una túnica de cuero grande.. Samantha se tapó la cara de pánico y no sabía como podría salir de esta situación.
-¡¡¿¿Quien eres??!!- Dijo Samantha con una asustada voz...
-¿No me recuerdas durante tu miserable infancia?, ¿no te aterrorizaba que yo saliera alguna noche del armario?-
Le contestó la criatura con una ronca voz.
Tú, niña estúpida que ya no crees en mi. Desde esta noche te seré real para la eternidad.
Al pronunciar esto el monstruo le echó su abrasador aliento en la cara y de un tirón se arrancó la túnica negra dejando ver que en su deforme cuerpo tenía decenas y decenas de caras de niños con expresión de terror y agonía. Como si de almas robadas se tratara, entre aquellos semblantes de sufrimiento, pudo ver una cara familiar, se trataba de lo que quedaba del rostro de Jhon, abriendo grotescamente su boca para pedir ayuda, sin que de ella pudiera salir más que un débil gemido de agonía.
Al ver esto Samantha se desmayó, repetía a cada instante la historia y al cabo de pocos días, cayó en un estado mental tan deplorable que tuvieron que internarla en un hospital psiquiátrico, donde se presume que permanece hasta el día de hoy.
Johny, aún esta desaparecido...
LT: Jose Gabriel Chan Escalante
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